Lo entiendo. Nadie nos dijo cómo hacerlo. Nadie nos dio manuales, ni claves, ni siquiera consejos breves. No nos explicaron cómo vivir sin cortar cabezas a nuestro paso.
Sin embargo sí nos dieron otra cosa que se podía usar como moneda de cambio. Nos dieron cualidades para poder sentir en nuestra piel el fuego ajeno, para poder pensar en nuestra familia ante las catástrofes. Nos dieron un mapa con cada una de nuestras debilidades básicas. Las de todos.
Descubro con sorpresa, aún así, cómo miráis para otro lado y seguís con vuestra canción.
Observo desencantada cómo construis murallas a vuestro alrededor para justificar que no pudisteis llegar a tiempo.
Asisto casi ajena a la muerte de todas las oportunidades que estáis quemando sólo por no enfrentaros a la posible pared del vacío.
Sois unos cobardes.
Y me dais asco.
Sólo os merecéis mis bostezos.
Y yo me habré muerto, entregada, más de cien mil veces. Pero vosotros no podríais jamás demostrar que tenéis un corazón que late.
No a mi.
No a vosotros.
28.6.12
26.6.12
23.6.12
catarsis
hay palabras que nos cambiarán para siempre.
sensaciones que extrañaremos toda la vida.
ya lo sabíamos, ¿no?
firmamos el pacto, vendimos nuestro alma sólo por pesar menos.
confiamos en nuestra suerte.
[esa puta que siempre nos lleva tan lejos
y tan alto]
hay cosas que jamás querremos lo suficiente
y otras de las que ni siquiera trataremos de huir
porque ya sabemos que nos perseguirán siempre.
sin descanso.
hay todavía varios motivos para seguir
y pocas opciones para volver.
[volver
no es siempre
retroceder.]
nuestra cabeza va a continuar jugando a esto.
es mejor comenzar a buscar
nuevas estrategias.
pero no para ganar.
nunca ganaremos.
lo mejor va a ser
seguir este ritmo
esta cadencia enfermiza y mágica, estas noches a las que nos vemos sometidos
esta velocidad.
exacta.
esta rabia.
precisa.
este amor.
absoluto.
siempre es mejor recoger nuestras cosas
a esperar que venga algo y nos lo desordene todo.
es mejor asumir nuestra naturaleza,
abrazar a los fantasmas,
y hacer un pacto con el diablo que nos lleve
siempre lejos
siempre cerca
siempre dentro
siempre vivos.
un trato que nos permita recordar que,
aunque no llegamos a ganar
nunca dejamos de intentarlo.
[y el camino siempre mereció la pena]
22.6.12
Clavar el cuchillo y dejarlo dentro. Susurrar "jamás volveré".
Descuartizarla lentamente.
Vaciar los armarios. Meter los libros en cajas. Disfrutar con el crimen mientras se me queda un sabor amargo. Arrancar mis fotografías de las paredes. Dejarla oscura e inerte.
Descuartizar la habitación que me costó tanto conquistar.
Devolverle el frío de la primera noche.
Ganar la batalla.
Abandonar en su sentido más hondo, y por primera vez ser capaz de sonreír con ello.
Descuartizarla lentamente.
Vaciar los armarios. Meter los libros en cajas. Disfrutar con el crimen mientras se me queda un sabor amargo. Arrancar mis fotografías de las paredes. Dejarla oscura e inerte.
Descuartizar la habitación que me costó tanto conquistar.
Devolverle el frío de la primera noche.
Ganar la batalla.
Abandonar en su sentido más hondo, y por primera vez ser capaz de sonreír con ello.
21.6.12
Sólo quedan cinco trozos de comida en la pared de enfrente. Me pareció ver cómo amenazaban con bajar un número. El que alojé en la cornisa está ya más que cocinado.
El piano se llena de polvo en dos días, los condones siguen en la basura y las sábanas están de camino entre el colchón y el suelo. Siempre me gustaron los fluidos. Nunca rechacé el sudor, el semen, la saliva.
Los fluidos secos, sin embargo, me provocan algo de pena.
A los pies de la cama queda la cerveza medio llena (medio vacía para dos borrachos enamorados), un par de bragas que me quitó pronto (o a tiempo), el ventilador que nos salvó la vida.
En la estantería hay dos libros nuevos, en la silla un ukelele sin nombre, en el espejo del baño su letra impactada.
Mi habitación siempre queda así. La casa cicatriza rápido, pero la habitación siempre se recrea en los últimos movimientos. Yo se lo permito. Siempre me pareció más dulce el regodeo que la esterilización de emociones vivas.
Los sonidos siempre resuenan varias veces permaneciendo en el tiempo.
Los olores siempre se agarran a la ropa y a las almohadas para reclamar lo que es suyo.
El amor siempre se alía con el sexo, lo descoloca todo, y luego se aleja sonriendo.
El piano se llena de polvo en dos días, los condones siguen en la basura y las sábanas están de camino entre el colchón y el suelo. Siempre me gustaron los fluidos. Nunca rechacé el sudor, el semen, la saliva.
Los fluidos secos, sin embargo, me provocan algo de pena.
A los pies de la cama queda la cerveza medio llena (medio vacía para dos borrachos enamorados), un par de bragas que me quitó pronto (o a tiempo), el ventilador que nos salvó la vida.
Mi habitación siempre queda así. La casa cicatriza rápido, pero la habitación siempre se recrea en los últimos movimientos. Yo se lo permito. Siempre me pareció más dulce el regodeo que la esterilización de emociones vivas.
Los sonidos siempre resuenan varias veces permaneciendo en el tiempo.
Los olores siempre se agarran a la ropa y a las almohadas para reclamar lo que es suyo.
El amor siempre se alía con el sexo, lo descoloca todo, y luego se aleja sonriendo.
18.6.12
12.6.12
He preguntado mil veces pero ninguno sabe dónde se fue el fuego que guardé durante años, aquella capacidad innata de temblar. Ni con amenazas consigo que nadie suelte pistas acerca de qué pasó para que los cimientos fuesen tan lábiles, para que no aguantase con el peso y abandonase la casa. Qué fue del amor que guardaba, de las canciones que antes me atravesaban, de aquella risa ingenua. Qué fue lo que desencadenó todo este montón de calma inquietante y oscura.
Tal vez haya perdido todo aquello para siempre y a partir de ahora deba acostumbrarme a esta sangre inerte. Tal vez no pueda volver a arder como antes lo hacía.
Aquella luz desbordante.
Ni mi cuerpo ni mi cabeza me explican en qué
puto
momento
comenzó todo
a importar tan poco.
Tal vez haya perdido todo aquello para siempre y a partir de ahora deba acostumbrarme a esta sangre inerte. Tal vez no pueda volver a arder como antes lo hacía.
Aquella luz desbordante.
Ni mi cuerpo ni mi cabeza me explican en qué
puto
momento
comenzó todo
a importar tan poco.
[A mi me gustaba ser aquello, pero no pude parar de lanzarme al vacío.]
10.6.12
Cada vez que se asoma un verano siempre hay un momento en el que mi brazo pregunta por aquella mañana corta que me costó varias estaciones olvidar. Me recuerda cómo era el perfil que marcó los límites de mi mirada; me recuerda la sensación física de la luz descubriéndolo todo. Cómo era aquel ardor que explotaba y manejaba mi deseo.
Como a un niño pequeño convenzo a mi propio cuerpo de que aquello está lejos y nunca, jamás, estuvo cerca.
Como un niño caprichoso, mi piel llora cinco minutos y luego continúa su ruta, dejándome a mi el trabajo sucio de tener que masticar un nombre que el resto del año coge polvo y permanece en el olvido.
Continuar está en el consciente y debajo están el resto de los verbos.
[Entre ellos cautivar].
7.6.12
4.6.12
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