22.1.12

nada (me) pertenece

21.1.12

Todo puede estallar en algún momento.
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Todo va a estallar en algún momento.

La mitad de las canciones saben a despedida y la otra mitad se me queda pequeña.

Lo que un día me emocionó ya no me hace temblar, y no queda apenas nada de aquel entonces pero sigue impregnando su olor por todas partes. En este montón de ropa tirada, en estas manos, en este arsenal de aquí no pasa nada pero otras veces lo ocurrió todo.

Recuerdo la lluvia de Madrid, y la luz de aquella playa y las carreteras y el verano atemporal acomodándose en mi piel, y el viento y el cuerpo y el deseo que extasiaba porque estaba prohibido. Y las tormentas que perseguíamos y los amores que rompían las estaciones y los pretextos y el asfalto y las curvas y las cadenas que amenazaban los cimientos de toda la ciudad. Y el sexo cadente y candente y las promesas invertebradas y los futuros inciertos que guardaban silencio.

Siempre me he negado a ser la mitad de mi misma que piensa en huir, pero nunca he dejado de hacer maletas. Y ahora soy solo dos mitades subdivididas en dos mitades y he podido vencer a la melancolía y ahora echo de menos la emoción que un día me mató, toda aquella nostalgia que pudo conmigo y que ya no está aquí.

Esa mitad de la música que se niega a pararse y que me sigue tiene acordes menores y se multiplica por la noche. Me rodea pero no consigue entrar. Y yo abro puertas, y ventanas, pero nada es suficiente. Nadie entiende una mierda y yo no sé cómo explicar. No sé cómo querer explicar.

Guardo los olores, el vaho en los cristales, las prisas por subir, las ganas de escapar, toda la vida en ese coche, toda mi vida en ese coche. Recuerdo los nunca más, los esto va a perseguirme siempre y aquel dame un beso que recuerde hasta que sea viejita. La música en directo retumbando en mis oídos, las cartas, todas las ideas fracasadas que no llegaron a nacer del todo, y el sudor y los planes equivocados y las palabras a destiempo y ese portal que me vio querer, llorar, redimir, eclosionar y morir.

A veces es Domingo demasiado tiempo, y otras veces los Domingos son primavera. Y ya no sé con qué quedarme o qué música bailar. Qué hacer con lo puesto, a qué contenedor tirar todo lo que sobra pero es mío. Y no sé si pisar el acelerador ahora que puedo o dejar que otro viento me vuele el pelo. Y no sé si alguna vez tendré una ínfima oportunidad para volver a sentir todo aquello que era tanto y todo y tan.

Todo lo que soy puede resumirme en un par de calles y tres fotografías, pero todo lo que fui y ya no lleva mi nombre no cabe en ninguna canción, en ninguna frase y en ninguna vida.

16.1.12

Puede que otra vez no sea cierto, pero siento cómo el fuego me quema por dentro.






Nos vestíamos
despacio
después de habernos arrancado
la piel.

7.1.12

adiós a todo esto.

6.1.12

Quemar cada centímetro de ciudades ya de por sí muertas. Arrastrar el cadáver como se arrastran hojas también sin vida.
Acercar la soga a los corazones cansados de latir aún sabiendo que son ellos los que dan cuerda al mundo. Empujar después la silla.
Beberse los veranos estancados en bares de barrio, besar las malas costumbres disfrazadas de labios extraños, bailar con la muerte de viejas pasiones mientras otro mundo explota en algún sitio.
Buscar pretextos en cuchillos afilados, moderle el cuello al invierno, permanecer en una vida que no es la tuya mientras cesa la tormenta.

Cumplir el protocolo.