19.2.12

Tantos desconocidos. La soledad condensada en el suelo de mi habitación, y tanto ruido que no tiene que ver conmigo. Mi teléfono vacío y este no saber dónde meter tanto tiempo. Un montón de óxido rasgándome la piel y mi cuerpo impenetrable e impaciente. Todas las excusas que ya no doy, los motivos que no tengo, las mentiras que no invento. Los recuerdos que no recuerdo.

La desidia en las persianas que no bailan y no esconden nada. Mi piano ausente. Mi cama ausente. Mi ausencia. El polvo cubriendo las casas donde un día tuvimos infancia. Y también la desmemoria.

Tanta magia guardada en un saco roto y tan poca primavera. Tanto silencio. Tantas pocas personas. Lo contraproducente de la pasión, que te despoja, te desorden, te da la vuelta.

Las sábanas mojadas abandonadas y estoy tan cansada. Tan cansada.

Se me ha ido aquel olor del pelo, no sé a qué saben los besos ni cómo duele la huida. Los momentos que invertí en un futuro que ya ha pasado, que se consume, que envejece. No hemos guardado fotografías pero tampoco sabíamos que el olvido avanzaría con diagnóstico.

Mirar las calles con ojos extraños y buscar una voz que atraviese. El abandono. Los bares abiertos y mi corazón enclaustrado. Las palabras que nadie entiende, que nadie lee, los días pasando lentos. Inhóspitos.

El miedo a que las cosas se rompan, a los comienzos. Las ciudades bañadas de sol que recorro sola, a pasos lentos, a palabras de desamor. Los finales felices fatales.

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