23.2.12

Intuyo por dónde está la salida y me cobijo en el camino como en los soportales. Palpo el suelo con mis manos ciegas. La escarcha me quema por dentro y el ruido se me mete en las venas.
Pero no paro.
Me agarro al camino como a un clavo ardiendo. Estudio la huida, trazo los mapas, escribo cuadernos. La misma huida de siempre, la misma llena de sal y silencio. La que me salvó del infierno.
Tengo los ojos cerrados pero me lanzo al camino como sólo se puede lanzar a la vida.
Y estoy sola, con la sonrisa temblando y con el coraje en el bolsillo. Estoy desnuda, mientras alguien canta al final de la calle, con mi nombre clavado en la garganta de todos aquellos que jamás me llamaron.
El mundo son mis brazos, mi pecho y mis piernas.
Me suelto el pelo. Me quito la ropa.
El camino soy yo.

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