27.2.12

"Y el fuego del infierno ya es sólo humo."*

23.2.12

Intuyo por dónde está la salida y me cobijo en el camino como en los soportales. Palpo el suelo con mis manos ciegas. La escarcha me quema por dentro y el ruido se me mete en las venas.
Pero no paro.
Me agarro al camino como a un clavo ardiendo. Estudio la huida, trazo los mapas, escribo cuadernos. La misma huida de siempre, la misma llena de sal y silencio. La que me salvó del infierno.
Tengo los ojos cerrados pero me lanzo al camino como sólo se puede lanzar a la vida.
Y estoy sola, con la sonrisa temblando y con el coraje en el bolsillo. Estoy desnuda, mientras alguien canta al final de la calle, con mi nombre clavado en la garganta de todos aquellos que jamás me llamaron.
El mundo son mis brazos, mi pecho y mis piernas.
Me suelto el pelo. Me quito la ropa.
El camino soy yo.

19.2.12

Tantos desconocidos. La soledad condensada en el suelo de mi habitación, y tanto ruido que no tiene que ver conmigo. Mi teléfono vacío y este no saber dónde meter tanto tiempo. Un montón de óxido rasgándome la piel y mi cuerpo impenetrable e impaciente. Todas las excusas que ya no doy, los motivos que no tengo, las mentiras que no invento. Los recuerdos que no recuerdo.

La desidia en las persianas que no bailan y no esconden nada. Mi piano ausente. Mi cama ausente. Mi ausencia. El polvo cubriendo las casas donde un día tuvimos infancia. Y también la desmemoria.

Tanta magia guardada en un saco roto y tan poca primavera. Tanto silencio. Tantas pocas personas. Lo contraproducente de la pasión, que te despoja, te desorden, te da la vuelta.

Las sábanas mojadas abandonadas y estoy tan cansada. Tan cansada.

Se me ha ido aquel olor del pelo, no sé a qué saben los besos ni cómo duele la huida. Los momentos que invertí en un futuro que ya ha pasado, que se consume, que envejece. No hemos guardado fotografías pero tampoco sabíamos que el olvido avanzaría con diagnóstico.

Mirar las calles con ojos extraños y buscar una voz que atraviese. El abandono. Los bares abiertos y mi corazón enclaustrado. Las palabras que nadie entiende, que nadie lee, los días pasando lentos. Inhóspitos.

El miedo a que las cosas se rompan, a los comienzos. Las ciudades bañadas de sol que recorro sola, a pasos lentos, a palabras de desamor. Los finales felices fatales.

18.2.12

Me he quedado a vivir al borde del precipicio.

15.2.12

Mis
colores
son
otros
Pisas mis fronteras y se me revuelve el cuerpo. Te escondes en los límites pero la nube negra te delata.


Parecías camino pero eras alquitrán, y todas las flores estaban muertas en tus balcones.


Ahora todo esto está intentando recuperarse del frío... Tanto tanto frío.


12.2.12

tristura



Un millón de nudos aquí dentro
y ninguna cuerda ahí afuera.

A veces las noches de Sábado, y los bares, y el alcohol, y la gente bailando y sonriendo me resultan brutalmente tristes. Esa gente que se dirige la mirada pero no se mira y habla con los oídos cerrados y parece feliz.
También me ocurre en los cumpleaños, y en las bodas, y en las celebraciones más alegres. Yo sólo puedo sentir una tristeza absoluta y aguda y sólo puedo darme más y más cuenta de que descubrirán la bomba en el primer movimiento del estallido.
Tengo emoción de funeral en algunos nacimientos, y un sabor amargo, de derrota, en las victorias más celebradas.
Hay veces en las que los aplausos y el entusiasmo me dan muchas ganas de llorar. Es entonces, mientras la gente se acerca y se quiere y se abraza, cuando yo huyo por la puerta de atrás con esa sensación de muerte y desasosiego. Brindando por la vida dulce con los labios cerrados, asistiendo a la muerte inevitable de todos los minutos y asumiendo esta tristeza serena como forma de vida,
sólo a veces,
cuando los colores duermen y el resto del mundo se ríe.

Sólo a veces.


9.2.12




"No preguntes ni por qué ni por qué no,
sólo yo sé el motivo y no es bonito.

Me mudaré a otro sitio, me iré de esta ciudad,
pero ahora es de mí mismo de donde me quiero escapar." *


8.2.12

complicidad correspectiva

Me mató muchas veces. Todavía lo recuerdo.
Me miraba fijamente, gesticulaba una mueca entre asco y venganza y vomitaba una frase de prisión y sangre.
Era un hábito, casi un ritual.
Después yo lamía mis heridas, en silencio y despacio, pero nunca me daba tiempo a estar lista para el siguiente asalto. Le devolvía golpes por la espalda, siempre desde el suelo, pero nunca le hacían daño.
Hablaba del origen, de la infancia, ponía su firma a cada palabra para justificar mis silencios. Me besaba en la boca, dejaba el plato limpio y se iba a trabajar con aquellas botas llenas de barro.
No era feliz y no quería estar solo en eso.
Cuando volvía yo limpiaba sus botas, le llenaba el plato y le hablaba del futuro. Nunca escuchaba y nunca decía basta. Sólo me mataba. Me mataba muchas veces.
Primero torcía la cara, después apretaba los dientes y al final me decía de qué color eran mis sueños y qué nombre llevarían mis pesadillas. Yo callaba, anestesiaba mi amor y cerraba los ojos. Eso hacía; desnudarme para exponerme a la tormenta, reunir plomo para pisar más lento, ayudarle a acabar conmigo.
Me mató tantas veces que aún no sé si me mató del todo.
Y ya no queda apenas nada.
La rabia se convirtió en alivio, la venganza en olvido y el tiempo perdido lo invertí en historias que acabaron por suceder.
Lo que sí queda es la culpa.
Siempre la culpa y mis propias manos señalándome. Mi boca acusándome,
una y otra y otra vez, de cómplice de asesinato.

7.2.12

Las peores canciones de regueton,
las más casposas.
Joder, las melodías más horribles que se crearon en la historia

son las que mejores recuerdos me traen.
Los jodidos acordes del horror y los ritmos enfermizos.


Algo ahí arriba se está riendo de mi. (O ahí abajo).



[Un día quise tanto que casi, casi explota todo mi cuerpo.]


5.2.12


Había un verdadero motivo esperándome,
y era este.




so slowly