Se mueren tus tíos abuelos y tus padres van quedándose sin vida.
Se apagan los incendios,
amenaza con llover,
y hay un niño que grita en medio de un desierto.
Hay mercados todos los Domingos
y volver no es más que una forma cobarde de disuadir el compromiso con el cambio.
Mira al techo;
tu tío Jacinto está muerto. El de la casa con olor a aceituna.
Tu abuela no te recuerda.
Y este cuerpo, sin embargo, sigue siendo el tuyo.
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