alimento mi apatía con museos y exposiciones,
descuido mi casa abrazando cuerpos que ensucian mis cortinas.
Y calmo la desesperanza con autodestrucción,
acuno el dolor del mundo huyendo pertenecerme.
Quemo vuestras perversidades haciéndome daño donde más duele.
Quién dijo que la venganza no le jode a una misma la vida.
Quién que le odio no te salpica a ti también.
Es el desconsuelo una cama donde recostarse;
el colchón huele a mierda y, además,
está llena de migas.