Te veía introducirte poco a poco en esa caja negra que era tu cabeza cuando no estábamos de acuerdo de qué color era nuestro amor,
qué iba a pasar con nosotros,
dónde lo íbamos a poner todo.
Te veía meterte poco a poco, retrocediendo hacia atrás,
y yo no podía hacer
nada.
Yo sólo podía
agarrarte de la cara y decirte
lo siento,
yo no quise decir
eso,
quiero tener casas azules contigo
y ninguna de esas casas es una cadena.
Pero tú mientras te metías poco a poco en esa caja negra
que era tu cabeza
cuando no estábamos de acuerdo sobre la longitud de nuestro amor.
La tormenta me revolvía el pelo, y yo me moría de frío.
Y yo te decía
ven aquí,
me da miedo el viento,
ayúdame a salvarnos,
permanece.
Pero tú no me oías porque nunca se oye nada desde dentro de una caja negra.
Luego salió el barco, ardió la isla, te volviste más viejo y dijiste
no te quedes sin lo que tú necesitas,
sal fuera a buscarlo.
No es desamor, es justicia. No es falta de deseo,
es sentido común.
Yo te quiero bien,
pero no te quiero ahora.
Y yo pensé que no iba a saber buscarte en el resto del mundo.
No iba a saber buscarte en las playas, en los desiertos,
en las cafeterías.
Y que eso significaba que ni en mil años iba a cruzarme
de nuevo
con tu oceano.
Y dije, está bien. Necesito sobrevivirme
y contigo sólo se naufraga.
Está bien,
pero jamás podré tener una casa azul sin ti.
Está bien,
pero
esto arde
y me quema.
Y pasó Bolivia y yo besé once mil bocas, ninguna como la tuya.
Y menos mal.
Porque yo sólo necesitaba ternura, pero tú sólo tenias
una caja negra.
Yo sólo necesitaba amor y tu cuerpo sólo me decía
alerta.
Y tú nunca fuiste tu nombre, ni tu cuerpo, ni la historia de mi vida,
sino una muestra del amor universal
egoísta y cobarde
en el que nunca podré - ni querré -
navegar de nuevo.
2 comentarios:
Me he enamorado de tus letras casi tanto como del olor de un libro nuevo o del calor inesperado por la mañana entre las sábanas.
Escribes realmente bonito y resulta muy agradable leerte, aún cuando las palabras son amargas y los recuerdos que levantan, aún más.
Te sigo con atención, no dejes de volar.
La cosa va tal que así:
Un día cualquiera dejas un comentario en una entrada mía, comentario que catalogo como interesante o bueno, especial, muy especial... ¿para qué vamos a mentirnos?
Me dirijo a tu blog queriendo saber quien se esconde tras esas palabras y me encuentro de sopetón, sin quererlo ni beberlo, con 25 minutos de lectura ininterrumpida, con ciertos nudos en la garganta y alguna que otra sonrisa a medias.
Simplemente y tras este tostón quería decirte que a simple vista (y no tan a simple) me pareces alguien genial, con demasiada magia a la hora de plasmar realidades o episodios fruto de tu imaginación, me da igual, sea lo que quiera que sea has logrado que desde una silla algo mal acolchada viva contigo ese naufragio y resurgimiento.
Simplemente gracias.
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