22.4.14

Miraba la cascada mientras aquel niño me preguntaba

por qué no te bañas.

Tengo miedo.

Miedo de qué.

De no ver el fondo.

No hay nada al fondo.


Al fondo está mi cabeza.

Yo no necesito tanto el camino,
pero sí las piedras.
Tú eres sólo un pedazo de asfalto
y todo lo que no arde es tierra.
Tierra mojada, tierra de nadie.
Salen de mi los barcos, y algunos se estrellan. Soy los faros y los paseos marítimos. Y también a veces me convierto en montaña y me dejo erosionar.
Ya fui antes trinchera, y me espantó el ruido. Ya fui estación y me inundaron de desencuentros, y tormenta, y fui parque y fui infinito y miseria.
Pero ahora soy un puerto y de mi salen barcos. Y les guío porque soy faro pero algunos se estrellan.
Y desde lo alto de mi cumbre les veo salir de mi y decirme ya vuelvo, y les veo volver y también nunca más hacerlo.

(Y yo me quedo cerca del azul. Siempre).
Extrañarás la risa y ni siquiera lo sabrás. No sabrás qué es esa sensación extraña que te encoge el estómago, te quita el apetito, te deja cansado todo el día.
No podrás explicar, cuando ella te pregunte, qué es lo que no te deja dormir, te persigue en tus (pocos) sueños, te quita las ganas de viernes noche.
Extrañarás la risa, y ni siquiera podrás entenderlo.