18.11.14

y entonces volaron


Te veía introducirte poco a poco en esa caja negra que era tu cabeza cuando no estábamos de acuerdo de qué color era nuestro amor,
qué iba a pasar con nosotros,
dónde lo íbamos a poner todo.
Te veía meterte poco a poco, retrocediendo hacia atrás,
y yo no podía hacer
nada.

Yo sólo podía
agarrarte de la cara y decirte
lo siento,
yo no quise decir
eso,
quiero tener casas azules contigo
y ninguna de esas casas es una cadena.
Pero tú mientras te metías poco a poco en esa caja negra
que era tu cabeza
cuando no estábamos de acuerdo sobre la longitud de nuestro amor.

La tormenta me revolvía el pelo, y yo me moría de frío.
Y yo te decía
ven aquí,
me da miedo el viento,
ayúdame a salvarnos,
permanece.
Pero tú no me oías porque nunca se oye nada desde dentro de una caja negra.

Luego salió el barco, ardió la isla, te volviste más viejo y dijiste
no te quedes sin lo que tú necesitas,
sal fuera a buscarlo.
No es desamor, es justicia. No es falta de deseo,
es sentido común.
Yo te quiero bien,
pero no te quiero ahora.

Y yo pensé que no iba a saber buscarte en el resto del mundo.
No iba a saber buscarte en las playas, en los desiertos,
en las cafeterías.
Y que eso significaba que ni en mil años iba a cruzarme
de nuevo
con tu oceano.

Y dije, está bien. Necesito sobrevivirme
y contigo sólo se naufraga.
Está bien,
pero jamás podré tener una casa azul sin ti.
Está bien,
pero
esto arde
y me quema.

Y pasó Bolivia y yo besé once mil bocas, ninguna como la tuya.
Y menos mal.
Porque yo sólo necesitaba ternura, pero tú sólo tenias
una caja negra.
Yo sólo necesitaba amor y tu cuerpo sólo me decía
alerta.
Y tú nunca fuiste tu nombre, ni tu cuerpo, ni la historia de mi vida,
sino una muestra del amor universal
egoísta y cobarde
en el que nunca podré - ni querré -
navegar de nuevo.

9.11.14

Yo no he estado nunca loca ni ese cuerpo es el mío.
Mi matriz es esta; dañada y partida en dos, llenas de estrías que son caminos que no llegan a ninguna parte, inconclusa. Con piel de naranja y con mañanas y con muérdeme ahora o cierra la puerta cuando te vayas.
Yo no he estado nunca loca ni todos vuestros recuerdos hablan de mi.
Lo que soy yo es una nube que no llueve por petición y mastica los chicles con más rabia de la que parece tener. Y no he olvidado lo incómodo que era andar con pantalones de campana cuando llovía, y el agua te llegaba hasta las rodillas, y la duda era si eras feliz o sólo hacías como.
Ni nunca he sabido qué color tenían mis entrañas, ni la locura se ha atrevido mínimamente a rozarme.
Era cordura permanecer con un ojo cerrado a las cuatro de la mañana con dos botellas de vino tinto nadando entre dos mitades. Lo era quererte en público y morderme el odio en el refugio que siempre fue mi cabeza. Cordura era la pena eléctrica en conciertos que no me interesaban más que por ti, las luces sucumbiendo al poder etílico de mis pupilas, mis brazos flotando porque yo lo que soy es una nube.
Os aseguro que yo nunca he estado loca, ni he pretendido parecerlo.
Asumí la desgana como una forma de acabar conmigo y caminar kilómetros como una de sobrevivirme. Y eso no significa que no sepa de qué va este mundo y esta normalidad estática e inerte y todo ese montón de ropa por doblar y una foto azul con tu cara encima de la mesa.
Que coger un tren signifique siempre una despedida aunque vaya al médico no me hace estar loca. Asumir mi cuerpo como el único territorio que nunca supe depender no me hace estar loca. Yo no he estado nunca loca, ni ese cuerpo es el mío.
Mi cabeza es un bálsamo contra la crueldad y mi cuerpo un alivio de ternura. Y si no os asomáis,

es por miedo.